La movilidad de estudiantes extranjeros, aunque hace años que se desarrolla, es en torno al plan de Bolonia donde comienza su expansión. Se recuerda hace años, cuando llegaban los primeros, pocos, tímidos, desorientados, ilusionados, sentados en las primeras filas y que segundos después de comenzar la presentación levantaban el brazo y preguntaban si la clase se podría hacer en español. De la forma y tono de la pregunta, se podrían hacer derivadas, desde la sorpresa para escuchar un nuevo idioma hasta la exigencia del español como lengua docente. Por el tipo de pregunta, debía analizar en un instante si había sido generada por falta de información o por desinformación, que no es lo mismo. Unos, porque se daban cuenta que el catalán existía, y otros, porque alguien les había hecho creer que era una lengua folclórica.Para no herir sensibilidades, la respuesta era en primer término informativa en español, y luego, decepcionante, para ellos, porque seguía la docencia en catalán. Con los años la respuesta requería una dedicación previa que ya formaba parte de un epígrafe no escrito del programa, respuesta a los alumnos de intercambio, en el que se relataban antecedentes políticos, sociales y realidades no entendidas sobre el catalán y Catalunya. Más adelante los minutos iniciales se resolvían con una corta ironía como que no podían dejar pasar la oportunidad de explicar a sus nietos que habían recibido clases en una futura lengua muerta, y reservar la parte más informativa y conciliadora fuera del discurso público, porque los estudiantes catalanes empezaban a expresar su fatiga sobre el tema y el profesor aumentaba el deseo de vivir en un país normal donde en el aula no se tenga que defender lo que nos es propio y natural. También ayudaba la periodicidad anual y un esfuerzo por parte de todos, ellos de escuchar y nosotros de ceder en el regate corto del despacho. La familiaridad de esta política me hizo saber que si esta tipología de alumnos insistía, año tras año, era por la sencilla razón de que una gran mayoría de profesores cedían y por tanto el grueso de asignaturas se hacían a la carta con el gesto simbólico de levantar el brazo el primer día de clase. Actualmente el incremento del número de alumnos de intercambio, de Erasmus principalmente, los planes de Bolonia y la estructura semestral, han hecho matizar los antecedentes. Ahora reciben instrucciones de acogida de la universidad catalana y facilidades para hacer cursos de catalán durante su estancia, pero en el idioma docente se mantiene la ambigüedad, ya que se les deriva a preguntar a cada profesor. Ha desaparecido la pregunta inicial dentro del aula, ahora la hacen por mail, en el pasillo o a pie de mesa antes de empezar. La respuesta es similar, más concisa y ofreciendo la expectativa de que si tienen alguna dificultad, continuaremos haciendo refuerzo suplementario si así es necesario, como hemos hecho siempre. De los muchos que al final deciden quedarse, la mitad no los vuelves a ver en la clase siguiente. Por deformación profesional se intenta establecer un análisis para hacer la interpretación.Continuamos dudando sobre la información que reciben de origen, sobre que el catalán es un idioma de docencia, y comprendemos que tengan dificultades de seguir las clases en catalán, porque su justito nivel de español hace pensar que también tienen problemas con este idioma.En un semestre de estancia, el esfuerzo que se les pide de comprensión del catalán está por encima de sus posibilidades. La opción de flexibilidad que ofrecen algunas universidades de origen, como el poder confeccionar su itinerario curricular eligiendo asignaturas de libre elección, hace que dentro del margen de tiempo de matricula que tienen se dediquen a visitar asignaturas, contrastar programas y metodologías y acabar decidiendo por razón de lengua, lo más cómodo por programa o favor del profesor. Una razón determinante me ha llegado este semestre de una estudiante francesa que ya había hecho el primer semestre y comenzaba su segundo de estancia en la Facultad de Ciencias de la Comunicación en la UAB. Cuando le pregunté sobre su nivel de comprensión del catalán después de unos meses entre nosotros me dijo que nada de nada, que no había tenido necesidad, que su vida universitaria, social y cultural se había podido desarrollar perfectamente en lengua castellana. Todo hace pensar que esta alumna, que no se matriculó en la asignatura, después de un año de Erasmus en Cataluña volverá con una idea muy aproximada del estado de la cuestión sobre el catalán y confirmará con una sonrisa irónica que más del sesenta por ciento de la docencia universitaria se hace en lengua catalana. Son cosas de la estadística. En el día a día y sin la tarima, que el plan Bolonia ha hecho desaparecer, no vemos más allá de la propia aula. Bienvenidos estudiantes de Erasmus, os deseamos una plena experiencia entre nosotros, aunque sea en catalán.