El western siempre fue un género de muy buena acogida en España, tanto en espectadores como en productores, y por más increíble que parezca la película española más taquillera de la historia del cine español es un western, La muerte tenía un precio (1965). ¿Les suena? Fue después del catalogado el año anterior como primer western Por un puñado de dólares que bautizó la serie spaghetti. La segunda parte fue en buena lógica Por unos dólares más, pero siguiendo la creativa tradición española por traducir y doblar, se inventaron el famoso título que sólo se conoce en España porque en el extranjero las referencias son Per qualche Dollaro in piu, For a few dollars more, Für ein para Dollar mehr, Et pour quelques dollars de plus, cuya traducción literal se parece poco al título español. Esa es la razón por la que durante generaciones los aficionados españoles se han hecho un lio con ambas bandas sonoras compuestas por Morricone ya que son muchos los temas referentes a Dólares y ninguno a que la Muerte tiene un precio. Pero por fin la gente ha entendido la honestidad de los traductores al avanzarse a los tiempos y darnos a entender una metáfora sobre el dinero que en el cine se conoce como subtexto y subliminal en publicidad.
Fueron varios los paisajes de la rica geografía ibérica que sirvieron de escenarios naturales a las luchas entre indios y el séptimo de caballería, entre vaqueros y campesinos, entre forajidos y hombres de la ley, entre el pistolero bueno y el pistolero malo en la no menos ineludible escena del duelo al principio, medio o final. Fueron tiempos de gloria anónima para los cineastas españoles a quienes por tradición y lejanía física, histórica y temática, se les negaba el género cinematográfico más genuino y auténtico. ¿Quién podría creerse un western español y encima pagar para verlo? Es en el cine y no en la religión donde se producen los milagros y las dos variables tuvieron lugar. Después de un titubeante inicio en base al spanish western, se aprovechó un tirón del cine italiano en 1964 con la referida Por un puñado de dólares interpretada por el actor norteamericano Clint Eastwood y dirigida por el italiano Sergio Leone. El sorprendente éxito bautizó el subgénero como “spaghetti western” y abrió un campo libre como las propias llanuras del Oeste norteamericano. Ante el inesperado triunfo, Italia alcanzó a ser la primera fábrica del cine en Europa. España se lo tomó en serio y vio en el horizonte una cierta manera de libertad que relanzó una industria sólo alimentada por la regia dictadura y que impulsó el milagro de muchos cineastas españoles que cumplieron su sueño realizando western y escapando de las maltrechas redes de la censura. Parajes de geografía agreste en la provincia de Almería se hicieron famosos como núcleo principal de los rodajes en regímenes de producción diversa entre industrias tan dispares como la española, norteamericana, alemana e italiana. Allí se alzaron los pueblos del Oeste cinematográfico Fraile y Juan García, en el desierto de Tabernas, y el de Tecisa, en Gérgal. También en Hoyo de Manzanares, al norte de Madrid en la que se rodó Por un puñado de dólares. Y el más desconocido de todos, Esplugas City, un decorado en las afueras de Esplugues del Llobregat, población situada a tan solo unos kilómetros de la ciudad de Barcelona y actualmente en continuidad urbana.
Después de años de auge en el western, la disminución del éxito del género junto a la presión urbanística y fiscal, hizo desaparecer físicamente el poblado, siendo incendiado para el rodaje de una última película, Le llamaban Calamidad (1972). Balcázar, la productora impulsora del milagro spanish-spaghetti-western siguió sobreviviendo con la explotación de servicios audiovisuales como los platós y el doblaje, así como con el rodaje de subproductos eróticos, para acabar cerrando en 1988.