Cuando un espectador
contempla ante el televisor la retransmisión de un partido de fútbol debería
saber que una realización nunca es objetiva por muchas que sean las cámaras que recojan la acción en directo. El grado de empatía o fanatismo que tenga el
espectador por uno de los contendientes puede llegar a dejar anulada su
capacidad analítica frente al medio dando por hecho que lo tenga, que es mucho
suponer ante la clara falta de alfabetización de la mayoría del público
televisivo. Si uno es capaz de observar ciertas pautas en una realización
futbolística podrá fácilmente indicar si dicha dirección televisiva ha
favorecido los intereses de su público fiel o hacia unos determinados colores.
Habitualmente cuando el forofo se indigna por una realización que ha favorecido
al equipo contrario, es porque considera que algo ha pasado para no sentirse
satisfecho del tratamiento, con lo que en cierta manera el espectador es más
analítico cuando la corriente le va a la contra, está más alerta, que cuando
rema a favor.
Hay muchas formas de
tratar la información y hay muchos factores que complican una producción en
directo, pero cuando se suman en una determinada dirección, no hay lugar a
dudas que la realización ha sido manipulada.
1.- La emisora de
producción
Las cadenas responsables
de la señal televisiva y de la producción tienen sus antecedentes, ya sean
políticos, comerciales o de influencia geográfica y ya se da por hecho en la
mayoría de ocasiones que parten con un subyacente favoritismo hacia el equipo
local. Al ser consciente de ello, las cadenas competidoras que compran la señal
procuran tener sus propias cámaras, cuando tienen permiso o contrato para ello,
que de manera autónoma capturan imágenes independientes para que en el
tratamiento posterior de la información puedan elaborar reportajes con acciones
que la retransmisión oficial no ha recogido. Incluso en retransmisiones de
excepción por su importancia como una final o un campeonato del mundo, hay
acuerdos para que en la misma retransmisión en directo la cadena compradora
pueda pinchar en un determinado instante una de sus cámaras autónomas, como
entrevistas a los suyos o repeticiones desde un ángulo diferente. No fiarse del
emisor es lo que hace que otros emisores procuren cubrirse las espaldas para
obtener material inédito por si el principal emisor ha influenciado en la
realización o simplemente ha tenido un mal día.
2.- Tradición
democrática.
Si por casualidad la
emisión se produce desde un país totalitario o con poca cultura democrática, se
puede poner la mano en el fuego que cualquier tratamiento de la información no
tendrá ninguna intención objetiva y no sólo para favorecer al equipo local,
sino también para ensalzar valores patrios que mezclen con mayor interés el
deporte con la política.
3.- El equipo de
realización.
Los profesionales
televisivos también tienes sus colores y puede que se dejen llevar por su simpatía
hacia uno de los equipos, habitualmente el local, y aunque se entiende que
tienen una alta responsabilidad hacia la información que transmiten, la
realidad demuestra cada día que uno de los tratamientos más subjetivos se da
cuanto más cercano está el comunicador del entorno natural.
4.- La audiencia
El emisor tiene su público
natural al que se dirige y gracias a su fidelidad puede obtener publicidad por
sus índices de audiencia. Y ese público es fiel porque ve y escucha lo que
quiere ver y escuchar. Por ello tiene sus preferencias por unas emisoras y no
ve otras. Si la emisora en cuestión no tuviera presente las características de
su audiencia estaría tirando piedras a su propio tejado. Es hasta cierto punto
natural que se admite un cierto grado de manipulación siempre que vaya a favor,
aunque ello contradice los principios éticos de la base del periodismo, aunque
no los de las propias estrategias comerciales.
Ser consciente de esos cuatro
principios primarios protege mejor la capacidad observadora del espectador
antes de sentarse en su butaca y asistir a la propia realización televisiva que
también suma sus propios factores de tratamiento.
5.- No siempre mayor
cantidad de cámaras indica mayor objetividad, más bien al contrario. Una sola
cámara en continuidad cubriría mucho mejor el principio de objetividad y si el
ángulo de cobertura fuera general, todavía más, si bien el espectáculo
televisivo sería pobre y no utilizaría todas las propiedades del lenguaje del
medio. Utilizar una gran cantidad de cámaras permite al realizador enriquecer
la retransmisión para recoger mayor número de detalles y seguir la acción desde
diferentes ángulos, pero también le da a su responsable la posibilidad de
seleccionar la información a su criterio y éste puede ser influido por sus
afectos, cuando no por la filosofía de la emisora.
6.- La distribución y
cobertura de las cámaras ya puede facilitar una selección especial. Como más
cámaras dirigidas al público local, a sus dirigentes, a su banquillo y a las
acciones de su entrenador. En su proporción desigual da al realizador más
probabilidades de pinchar a favor del local.
7.- Ocultar repeticiones
de jugadas conflictivas del equipo local y mostrar con todo detalle las del
equipo oponente. A pesar de la generosa cobertura televisiva, curiosamente no
siempre se da la mejor imagen cuando va contra los propios intereses. Las
jugadas de fuera de juego son las más representativas. Para demostrar la
infracción la cámara está en línea con el infractor; para sembrar la duda el
ángulo está desplazado y no puede asegurarse que se infrinja la regla. O
simplemente no repetirla o hacerlo insistentemente según interés. La facilidad
tecnológica de la cámara lenta permite mayor demostración de los lances del
juego que adquieren dramatismo ante la falta del jugador contrario.
8.- Las pausas en el
juego permiten el acercamiento al detalle, a lances paralelos o alternativos
del juego. Mostrar el enfado del entrenador, del público o de los jugadores
hacia decisiones del arbitraje, y recuperar imágenes que no se han visto sobre
la actitud negativa de los jugadores adversarios, como faltas, llegando a
transmitir la sensación que el equipo contrario ha cometido muchas más infracciones
de las que ha sido penalizado.
9.- Utilizar elementos
característicos del lenguaje de la imagen. Ángulos en picado para minimizar al
adversario y en contrapicado para ensalzar al propio. Uso de los primeros planos
para favorecer la personalidad del local y mostrar con planos más abiertos,
alejar, al adversario.
10.- Y finalmente, y no
menos importante, el equipo de comentaristas, uno de los factores de
manipulación más evidentes y que demuestran hasta qué punto es un valor
determinante. Por ello muchos espectadores silencian los comentarios y eligen
el canal dual, cuando es posible, con comentaristas más favorables o
supuestamente objetivos frente a la narración. También la opción de escuchar la
locución radiofónica favorita mientras
se ve la televisión es una opción muy habitual.
Los comentaristas
analizan las jugadas con desigual acierto y para dar muestras de supuesta objetividad
invitan a profesionales en activo o ex futbolistas para que les ayuden en las
apreciaciones, si bien es en estos casos cuando más se demuestra el grado de
fervor hacia uno de los equipos por la parcialidad de los comentarios, que
minimizan la falta propia y acentúan la ajena.
No obstante la
objetividad es un valor relativo y damos por sabido que nuestros sentimientos
no son ajenos al tratamiento y observación de la información, aunque si el
profesional y el espectador tiene conocimiento de los factores que le hacen
manipulador y manipulable, estaremos más cerca del justo valor del análisis que
no debe ser otro que juzgar con la misma regla a ambos adversarios lo cual
permite indagar en razones sin que ello impida que nuestras alegrías tengan
color y por todo ello seremos respetados. Si no se es capaz de ello, al menos
que no forme parte de surrealistas tertulias o deje por escrito opiniones de
dudoso valor; su silencio sería de agradecer.