27.3.12

Una mentira repetida mil veces


La mezcla de técnicas de propaganda con las propias de la información han derivado en una vía peligrosa en la que el objetivo es conseguir grandes audiencias o seguidores para que actúe de anzuelo a las inversiones publicitarias que buscan, en un periodo de multiplicación de medios, algunos soportes que ofrezcan cantidad de posibles clientes, sin importar sobre qué contenidos se fundamenta. También es verdad que se aprovecha la fisura que representa en el público una cierta crisis de valores o una excesiva dependencia hacia opinadores que cocinan la información a su gusto sin importar el principio de veracidad. Es tiempo de mentiras y si son permitidas es porque alguien está en disposición de creerlas. Las técnicas totalitarias de propaganda ya practicaban con un cierto éxito la propagación de la mentira de manera sistemática, si bien los medios de la época, primer cuarto del siglo XX, se circunscribían a la prensa y a los panfletos. Más adelante la radio ya se ganó el respeto como gran medio y sobre ella se lanzaron los manipuladores. La propaganda nazi encumbró a la mentira como su mejor arma hasta el punto de establecer una sentencia categórica que ha llegado hasta nuestros días:”una mentira repetida mil veces, se convierte en verdad”. Conocemos el nombre de su artífice pero no vamos a hacerle propaganda.
Alguien ha llegado a confundir la técnica para criticar a la publicidad y nada más lejos de la realidad, porque una mentira descubierta en el producto publicitado, llega a producir tal rechazo en el usuario/comprador que puede hundir el producto. Los publicistas lo saben de siempre y por ello se han guardado bien de diferenciar la publicidad de la propaganda para que nadie ose confundirles. Como ejemplo las campañas electorales  que han acuñado la denominación publicidad electoral como un eufemismo de la propaganda y para decir entre líneas que no se trata de publicidad y por ello cabe esperar cualquier cosa.
Donde ha llegado la sentencia antes indicada es en el tratamiento de la realidad, efectuada en algunos casos por protagonistas de la vida real o a sus informadores. Periódicos o medios afines a ideologías o a sectores de poder político, social, económico o deportivo, no tienen vergüenza en hacer pasar por información la más burda de las mentiras, y por si no fuera suficiente, manipular materiales visuales para que con la coartada de la representación de la realidad que tiene la imagen, favorecer y apoyar las infamias y calumnias. Seguimos en lo mismo, ello no existiría si no hubiera público para seguir y creer en determinadas mentiras. Ciertos límites en la adquisición y criterio sobre la información, les hace vulnerables a las malas intenciones, mucho más infames cuando provienen del mundo de la información que sin tener que ser garantes de la objetividad, sí lo han de ser de la honestidad informativa. Y cuando son varios los medios, que sin necesidad de una puesta en común, reman hacia el mismo objetivo y son altavoces de mucha cobertura, consiguen un público cautivo.
La sofisticación en los últimos tiempos es lo que se denomina narración. No basta sólo en repetir una mentira mil veces, sino en darle un relato que se mantenga firme a lo largo del tiempo. El público se siente más receptivo y es más manipulable. Y si persiste a lo largo del tiempo, puede llegar a crear historia. O, ¿acaso no es el relato de la historia lo que nos emociona más que los propios hechos, aunque no sean ciertos? Si ello ha sucedido con nuestra historia pasada, ¿por qué no aplicarlo en el presente? La mentira repetida mil veces no es suficiente. Falta envolverla en un relato construido como si fuera ficción. Y, sobre todo, no renunciar, por mucho que la realidad nos desenmascare. Tanta insistencia nos dará la razón, y si no es ahora, puede que dentro de mil años. Y, ante todo, debemos ser gente sin escrúpulos.

Hay otra verdad en los atentados de Atocha y no hay que buscar en desiertos lejanos.
Las armas de destrucción masiva han sido ocultadas para no revelar conspiraciones internacionales.
Los arbitrajes son dirigidos para beneficiar a un equipo.
En Catalunya  se persigue a los castellanohablantes y a los niños se les castiga si no hablan catalán.
La corrupción es un acto reflejo del ser humano y los políticos no deben pagarlo en las elecciones, como seres humanos que también son.
Catalunya no quiere ser solidaria con el resto de España, manipula las balanzas fiscales y se queda con todo el dinero.
La inmigración hace aumentar la delincuencia y se beneficia de las subvenciones.
La pérdida de ciertas libertades favorece nuestra seguridad.
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No busquemos en la mentira aislada, sino en su relato. Y a su autor.

26.3.12

Arrebato: Caballero sin espada


Muchas son las obras del cine, el teatro y la literatura que sin tapujos ni enmascaramientos han denunciado pasajes de la historia y del pensamiento que han intentado someter a personas e ideas por el simple factor de contradecir lo establecido y pretender abrir la mente a un futuro mejor cuyo máximo exponente tiene en la libertad su valor más preciado.
En su narrativa han elaborado escenas en las que los dos mundos se enfrentan y el protagonista construirá un arrebato para argumentar con la fuerza de la razón los motivos que le llevan a defender una causa justa y libre. Es el mensaje que, aunque pueda parecer demasiado transparente y moralizador, nunca nos deja indiferentes, a pesar de las diferentes interpretaciones sometidas a la época de realización o bajo un punto de vista más moderno. En cualquier caso todo parece indicar con la perspectiva del tiempo que la experiencia ni se aprende ni se hereda y si algún valor prevalece es la integridad, aunque muy pocos entiendan lo que representa.



CABALLERO SIN ESPADA (Mr. Smith goes to Washington)
Dirigida por Frank Capra. EEUU. 1939. Con James Stewart (Jefferson Smith) y Jean Arthur (Clarissa Saunders), Claude Rains (James Taylor). Guión de Sidney Buchman. 

Jefferson Smith (James Stewart), un joven ingenuo e idealista, que parece fácilmente manipulable, es nombrado senador. En Washington tendrá que tratar con políticos como James Taylor (Claude Rains) y empresarios sin escrúpulos que le harán perder la fe. Sin embargo, gracias a una joven (Jean Arthur)  que conoce muy bien los entresijos de la política, protagoniza en el Senado una espectacular y maratoniana intervención en la que, además de defender apasionadamente la democracia, pone en evidencia una importante trama de corrupción que proyecta una presa en lugar de obra social para los jóvenes.

Jefferson Smith en su intervención en el senado espera probar su denuncia mientras espera la llegada de las pruebas. Mientras tanto y para dilatar la aprobación del proyecto que denuncia, se acoge a un artículo de reglamento, obstruccionismo, y hace uso de la palabra en una interminable sesión sin ceder la palabra a nadie  mientras se tenga en pie y no deje de hablar. Y empieza por leer la declaración de la independencia para ganar tiempo. El público presente le apoya mientras los senadores se turnan para que exista quórum en la cámara y alargar la sesión hasta la extenuación del joven idealista.

Jefferson Smith: “Siempre me gustó esa parte de la declaración de la independencia. No se puede tener un país que puede hacer que esas normas funcionen, si no hay hombres que no sepan diferenciar los derechos humanos de un puñetazo en la nariz. Hay algo gracioso respecto a los hombres. Todos empiezan la vida siendo niños. No me sorprendería que estos senadores no hubieran sido nunca niños. Por eso me pareció buena idea sacar a los niños de las ciudades de los hacinados sótanos durante unos meses y formar sus cuerpos y mentes para trabajos de auténticos hombres, porque esos niños estarán en estas mesas uno de estos días. Me parecía buena idea reunir a chicos de todo el país, chicos de todas las nacionalidades y clases sociales y dejarles que descubran qué es lo que hace que gente diferente se porte como ellos, porque yo no daría ni un centavo por todas sus reglas, si detrás de ellas no hubiese un poco de amabilidad cotidiana y un poco de amor por el compañero también. Todo eso es bastante importante. Son la sangre, los huesos, los nervios de esta democracia que algunos grandes hombres ofrecieron a la raza humana, pero si se construye una presa donde tenía que ir un campamento juvenil para conseguir dinero para pagar un ejército político, eso es diferente. Si creen que voy a volver a decirles a esos chicos: ´Olvidad esas tonterías que he dicho sobre la tierra donde vivís. Son idioteces. Este no es vuestro país. Pertenece a un montón de James Taylor´. No, yo no. El que crea que voy a hacer eso ya puede pensar en otra cosa.... Sé que estoy siendo irrespetuoso con esta honorable institución. Sé que un tipo como yo jamás se le debería permitir entrar aquí. Lo sé. Odio estar aquí poniendo a prueba su paciencia, pero o tengo toda la razón o es que estoy loco. Y me siento bien. (abre el libro de la Constitución). La constitución de los Estados Unidos (exclamaciones de los senadores). Página uno, párrafo primero. Nosotros el pueblo de los Estados Unidos...
(después de 23 horas)
No señor, no hay compromiso con la verdad. Eso es todo lo que tenía que decir aquí. Levantarnos del suelo es todo lo que pido. Subir hasta esa dama que está en lo alto del Capitolio y que representa la libertad. Para ver a este país a través de sus ojos, si es que quieren ver algo. Y no verán solo el paisaje, verán todo lo que el hombre ha conseguido con su esfuerzo tras siglos de lucha, peleando por algo mejor que una selva de leyes. Luchando así puede mantenerse sobre sus pies libre y decente, tal como fue creado, sin importar su raza, color o credo. Eso es lo que verán. Ahí fuera no hay lugar para el soborno, la codicia, las mentiras o el compromiso con las libertades. Y si es eso lo que los mayores le han hecho a este mundo, empecemos pronto esos campamentos juveniles y veamos qué es lo que los chicos pueden hacer. Aún no es tarde porque este país es más grande que los Taylor o que usted o yo o cualquier otra cosa. Los principios no desaparecen una vez que han salido a la luz. Están aquí, solo hay que verlos.
(El senador corrupto Taylor entra con cincuenta mil telegramas que piden que Smith abandone el senado. Smith lee con desesperación algunos de ellos antes de continuar hablando sin fuerzas).
Supongo que esta es una de esas causas perdidas. Ustedes no saben nada sobre causas perdidas. Pero el señor Taylor sí. Una vez dijo (frente al senador Taylor) que eran las únicas por las que valía la pena luchar, y luchó por ellas en una ocasión, por la única razón por la que todo hombre debe hacerlo. Y por una pura y sencilla norma: ama a tu prójimo. En este mundo lleno de odio, el que cumple ese precepto es digno de confianza. Usted conoce ese precepto. Yo le admiraba por eso, igual que mi padre. Usted sabe que ha luchado por las causas perdidas con más fuerza que por muchas otras. Incluso moriría por ellas, como lo hizo un hombre que ambos conocimos. Cree usted que estoy vencido, todos piensan que estoy vencido. Pues bien, no lo estoy. Y voy a quedarme aquí para seguir luchando por esa causa perdida, aunque en esta Cámara abunden las mentiras como esta y los Taylor y todos sus ejércitos entren en este lugar. Porque alguien me escuchará. Alguien.”

Smith se desmaya y el senador Taylor cede y (ese alguien antiguo amigo de Smith) acaba por reconocer que el joven idealista tiene razón sobre el soborno y la corrupción.

Vítores y gritos de alegría entre el público mientras los periodistas corren para telefonear la crónica a sus periódicos.

21.3.12

Arrebato: El gran dictador


Muchas son las obras del cine, el teatro y la literatura que sin tapujos ni enmascaramientos han denunciado pasajes de la historia y del pensamiento que han intentado someter a personas e ideas por el simple factor de contradecir lo establecido y pretender abrir la mente a un futuro mejor cuyo máximo exponente tiene en la libertad su valor más preciado.
En su narrativa han elaborado escenas en las que los dos mundos se enfrentan y el protagonista construirá un arrebato para argumentar con la fuerza de la razón los motivos que le llevan a defender una causa justa y libre. Es el mensaje que, aunque pueda parecer demasiado transparente y moralizador, nunca nos deja indiferentes, a pesar de las diferentes interpretaciones sometidas a la época de realización o bajo un punto de vista más moderno. En cualquier caso todo parece indicar con la perspectiva del tiempo que la experiencia ni se aprende ni se hereda y si algún valor prevalece es la integridad, aunque muy pocos entiendan lo que representa.



EL GRAN DICTADOR (The Great Dictator)
Dirigida por Charles Chaplin. EEUU. 1940. Con Charles Chaplin (Hynkel-Dictador de Tomania/ Barbero) y Paulette Goddard. Guión de Charles Chaplin.


El barbero judío de gran parecido con el dictador Hynkel es confundido por éste y deberá hablar a las masas en un discurso triunfal frente a un ejército y un pueblo sometido. Pero el barbero no puede traicionar sus ideas, aunque le puede costar la vida:

Barbero (como el dictador Hynkel): “Lo siento, pero yo no quiero ser emperador. Ese no es mi oficio, no quiero gobernar ni conquistar a nadie; sino ayudar a todos, si fuera posible: judíos y gentiles, blancos o negros. Tenemos que ayudarnos unos a otros. Los seres humanos somos así, queremos hacer felices a los demás, no hacerlos desgraciados, no queremos odiar ni despreciar a nadie. En este mundo hay sitio para todos. El camino de la vida puede ser libre y hermoso, pero lo hemos perdido. La codicia ha envenenado las almas, ha levantado barreras de odio, nos ha empujado hacia la miseria y las matanzas. Hemos progresado muy deprisa, pero nos hemos encarcelado nosotros, el maquinismo que crea abundancia nos deja en la necesidad. Nuestro conocimiento nos ha hecho cínicos; nuestra inteligencia duros y secos. Pensamos demasiado y sentimos muy poco. Más que máquinas, necesitamos humanidad; más que inteligencia, tener bondad y dulzura. Sin estas cualidades la vida será violenta. Se perderá todo. Los aviones y la radio nos hacen sentirnos más cercanos. La verdadera naturaleza de estos inventos exige bondad humana, exige una hermandad universal. Ahora mismo mi voz llega a millones de seres de todo el mundo, a millones de hombres desesperados, mujeres y niños; víctimas de un sistema que hace torturar a los hombres y encarcelar a gentes inocentes.  A los que puedan oírme les digo que no desesperen. Esta desdicha es pasajera. El odio de los hombres pasará y caerán los dictadores, y el poder que le quitaron al pueblo se le reintegrará al pueblo. Y así, mientras el hombre exista, la libertad no perecerá. Soldados, no os rindáis a esos hombres que en realidad os desprecian, os esclavizan, reglamentan vuestras vidas y os dicen lo que tenéis que hacer, que pensar y que sentir. Os barren el cerebro, os ceban, os tratan como a ganado y como carne de cañón. No os entreguéis a estos individuos inhumanos, hombres máquinas, con cerebros y corazones de máquinas. ¡Vosotros no sois máquinas! ¡No sois ganado!¡Sois hombres! Lleváis el amor de la humanidad en vuestros corazones, no el odio. Solo los que no aman, odian; los que no aman y los inhumanos. Soldados, no luchéis por la esclavitud, luchad por la libertad. En el capítulo 17 de San Lucas se lee: El Reino de Dios está dentro del hombre.  No de un hombre, ni de un grupo de hombres, sino de todos los hombres.  Vosotros, el pueblo, tenéis el poder; el poder de crear máquinas; el poder de crear felicidad. Vosotros el pueblo tenéis el poder de crear felicidad y hacer esta vida libre y hermosa, de convertirla en una maravillosa aventura. En nombre de la democracia, utilicemos ese poder actuando todos unidos. Luchemos por un mundo nuevo, digno y noble que garantice a los hombres trabajo y dé a la juventud un futuro y a la vejez seguridad. Con la promesa de esas cosas las fieras alcanzaron el poder, pero mintieron, no han cumplido sus promesas, ni lo harán. Los dictadores son libres solo ellos, pero esclavizan al pueblo. Luchemos ahora para hacer nosotros realidad lo prometido. Todos a luchar para liberar al mundo, para derribar barreras nacionales, para eliminar la ambición, el odio y la intolerancia. Luchemos por el  mundo de la razón. Un mundo donde la ciencia, donde el progreso nos conduzca a todos a la felicidad. Soldados, en nombre de la democracia, debemos unirnos todos.

(Vítores y gritos)

Producida al principio (1940)  de la Segunda Guerra Mundial (1939-1945).
En España no se estrenó hasta después de la muerte del dictador Franco (1975)

16.3.12

Arrebato: El manantial


Muchas son las obras del cine, el teatro y la literatura que sin tapujos ni enmascaramientos han denunciado pasajes de la historia y del pensamiento que han intentado someter a personas e ideas por el simple factor de contradecir lo establecido y pretender abrir la mente a un futuro mejor cuyo máximo exponente tiene en la libertad su valor más preciado.
En su narrativa han elaborado escenas en las que los dos mundos se enfrentan y el protagonista construirá un arrebato para argumentar con la fuerza de la razón los motivos que le llevan a defender una causa justa y libre. Es el mensaje que, aunque pueda parecer demasiado transparente y moralizador, nunca nos deja indiferentes, a pesar de las diferentes interpretaciones sometidas a la época de realización o bajo un punto de vista más moderno. En cualquier caso todo parece indicar con la perspectiva del tiempo que la experiencia ni se aprende ni se hereda y si algún valor prevalece es la integridad, aunque muy pocos entiendan lo que representa.


EL MANANTIAL (The fountainhead)
Dirigida por King Vidor. EEUU. 1949. Con Gary Cooper (Howard Roark) y Patricia Neal (Dominique Francon). Guión de Ayn Rand de su novela del mismo título.

Howard Roark  lucha por su integridad individual frente a una sociedad que desea destruirle por sus ideas innovadoras, creativas y desafiantes sobre la nueva arquitectura que sigue anclada en los convencionalismos y en el conformismo. Aquel que ose enfrentarse al sistema político y social sucumbirá al poder de los mediocres. Howard estará dispuesto a sacrificar el amor por ser fiel a su ideal. Acusado de destruir un complejo arquitectónico por no haber respetado su diseño original, se enfrentará a un tribunal que deberá juzgar sus intenciones bajo la presión de  una sociedad alborotada por el poder conservador.
Es el momento del arrebato de Howard Roark frente al tribunal y ante un público hostil. La mirada fiel de su amada, Dominique Francon, será su mejor apoyo. Su única esperanza, su discurso.

Howard Roark: “Hace millones de años, un hombre primitivo descubrió cómo hacer fuego. Probablemente fue quemado en la hoguera que enseñó a encender. Pero les dejó un regalo que ellos no habían concebido y alejó la oscuridad de la tierra. A lo largo de los siglos, hubo hombres que abrieron nuevos caminos armados únicamente con su propia visión. Los grandes creadores, pensadores, artistas, científicos, inventores, estuvieron solos contra los hombres de su época. Cada nueva idea fue rechazada, cada nuevo invento fue denunciado, pero los hombres con visión de futuro siguieron adelante. Lucharon, sufrieron y pagaron, pero vencieron. A ningún creador le impulsó un deseo de satisfacer a sus hermanos. Sus hermanos odiaban el regalo que él ofrecía. Su verdad era su único motivo. Su trabajo era su único objetivo. Su trabajo, no aquellos que lo usaran. Su creación, no los beneficios que otros sacaran de ella, la creación que daba forma a su verdad. Él sostenía su verdad contra todo y contra todos. Seguía adelante aunque otros no estuvieran de acuerdo con él. Con su integridad como única bandera. No le servía a nada ni a nadie. Vivía para sí mismo, y sólo al vivir para sí mismo fue capaz de lograr las cosas que son la gloria de la humanidad. Esa es la naturaleza del logro. El hombre no puede sobrevivir, excepto a través de su mente. Llega a la tierra desarmado. Su cerebro es su única arma, pero la mente es inherente al individuo. El cerebro colectivo no existe. El hombre que piensa, debe pensar y actuar por sí mismo. La mente racional no puede funcionar bajo ninguna forma de coacción, no puede subordinarse a necesidades, opiniones o deseos de los demás, no es un objeto de sacrificio. El creador se mantiene firme a sus opiniones, el parásito sigue las opiniones de los demás. El creador piensa, el parásito copia. El creador produce, el parásito saquea. La preocupación del creador es conquistar la naturaleza, la preocupación del parásito es conquistar a los hombres. El creador necesita independencia, ni sirve ni gobierna, se relaciona por libre intercambio y decisión voluntaria. El parásito busca poder, quiere atar a todos los hombres en acción común y esclavitud común. Ve al hombre como una herramienta para el uso de los demás, que debe pensar como ellos, actuar como ellos y vivir abnegado y triste, sirviendo toda necesidad, excepto la suya. Miren la historia. Todo lo que tenemos, cada gran logro, ha salido del trabajo independiente de una mente independiente. Cada horror y destrucción procede de los intentos de convertir a los hombres sin alma ni cerebro, sin derechos personales, sin ambición personal, sin voluntad, esperanzas o dignidad. Es un viejo conflicto. Tiene otro nombre, lo individual contra lo colectivo. Nuestro país, el más noble de la historia de la humanidad, se basó en el principio del individualismo, el principio de los derechos inalienables del hombre. Un país donde un hombre era libre de buscar su propia felicidad. Ganar y producir, no rendirse y renunciar. Prosperar, no morirse de hambre. Lograr, no saquear. Tener como mayor posesión su sentido de valor personal y como mayor virtud, su respeto hacia sí mismo. Miren los resultados. Eso es lo que los colectivistas les están pidiendo que destruyan, como ya se ha destruido parte de la tierra.
Yo soy arquitecto, sé lo que vendrá por las bases de lo que se construye. Estamos llegando a un mundo en el que no puedo permitirme vivir. Mis ideas son de mi propiedad. Me las quitaron por la fuerza, violando un contrato. No se me permitió apelar. Creían que mi trabajo pertenecía a otros para hacer lo que quisieran, que tenían un derecho sobre mí sin mi consentimiento, que mi deber era servirles sin alternativa o recompensa. Ya saben por qué dinamité el edificio. Yo lo diseñé. Yo lo hice posible. Yo lo destruí. Acepté diseñarlo con el fin de verlo construido como yo quería. Ése fue el precio que le puse a mi trabajo. No me pagaron. Mi edificio fue desfigurado por los que se beneficiaron de mi trabajo sin darme nada a cambio. He venido aquí a decir que no reconozco el derecho de nadie a un minuto de mi vida, ni a ninguna parte de mi energía, ni a ningún logro mío. No importa quién lo reclame. Tenía que ser dicho. El mundo está pereciendo en una orgía de sacrificio. He venido para ser escuchado en nombre de todos los hombres independientes que hay en el mundo. Yo quería plantear mis ideas. No quiero trabajar ni vivir bajo otras ideas. Defiendo por convicción el sagrado derecho del hombre de vivir con libertad de elección”.


¿Veredicto?