26.3.12

Arrebato: Caballero sin espada


Muchas son las obras del cine, el teatro y la literatura que sin tapujos ni enmascaramientos han denunciado pasajes de la historia y del pensamiento que han intentado someter a personas e ideas por el simple factor de contradecir lo establecido y pretender abrir la mente a un futuro mejor cuyo máximo exponente tiene en la libertad su valor más preciado.
En su narrativa han elaborado escenas en las que los dos mundos se enfrentan y el protagonista construirá un arrebato para argumentar con la fuerza de la razón los motivos que le llevan a defender una causa justa y libre. Es el mensaje que, aunque pueda parecer demasiado transparente y moralizador, nunca nos deja indiferentes, a pesar de las diferentes interpretaciones sometidas a la época de realización o bajo un punto de vista más moderno. En cualquier caso todo parece indicar con la perspectiva del tiempo que la experiencia ni se aprende ni se hereda y si algún valor prevalece es la integridad, aunque muy pocos entiendan lo que representa.



CABALLERO SIN ESPADA (Mr. Smith goes to Washington)
Dirigida por Frank Capra. EEUU. 1939. Con James Stewart (Jefferson Smith) y Jean Arthur (Clarissa Saunders), Claude Rains (James Taylor). Guión de Sidney Buchman. 

Jefferson Smith (James Stewart), un joven ingenuo e idealista, que parece fácilmente manipulable, es nombrado senador. En Washington tendrá que tratar con políticos como James Taylor (Claude Rains) y empresarios sin escrúpulos que le harán perder la fe. Sin embargo, gracias a una joven (Jean Arthur)  que conoce muy bien los entresijos de la política, protagoniza en el Senado una espectacular y maratoniana intervención en la que, además de defender apasionadamente la democracia, pone en evidencia una importante trama de corrupción que proyecta una presa en lugar de obra social para los jóvenes.

Jefferson Smith en su intervención en el senado espera probar su denuncia mientras espera la llegada de las pruebas. Mientras tanto y para dilatar la aprobación del proyecto que denuncia, se acoge a un artículo de reglamento, obstruccionismo, y hace uso de la palabra en una interminable sesión sin ceder la palabra a nadie  mientras se tenga en pie y no deje de hablar. Y empieza por leer la declaración de la independencia para ganar tiempo. El público presente le apoya mientras los senadores se turnan para que exista quórum en la cámara y alargar la sesión hasta la extenuación del joven idealista.

Jefferson Smith: “Siempre me gustó esa parte de la declaración de la independencia. No se puede tener un país que puede hacer que esas normas funcionen, si no hay hombres que no sepan diferenciar los derechos humanos de un puñetazo en la nariz. Hay algo gracioso respecto a los hombres. Todos empiezan la vida siendo niños. No me sorprendería que estos senadores no hubieran sido nunca niños. Por eso me pareció buena idea sacar a los niños de las ciudades de los hacinados sótanos durante unos meses y formar sus cuerpos y mentes para trabajos de auténticos hombres, porque esos niños estarán en estas mesas uno de estos días. Me parecía buena idea reunir a chicos de todo el país, chicos de todas las nacionalidades y clases sociales y dejarles que descubran qué es lo que hace que gente diferente se porte como ellos, porque yo no daría ni un centavo por todas sus reglas, si detrás de ellas no hubiese un poco de amabilidad cotidiana y un poco de amor por el compañero también. Todo eso es bastante importante. Son la sangre, los huesos, los nervios de esta democracia que algunos grandes hombres ofrecieron a la raza humana, pero si se construye una presa donde tenía que ir un campamento juvenil para conseguir dinero para pagar un ejército político, eso es diferente. Si creen que voy a volver a decirles a esos chicos: ´Olvidad esas tonterías que he dicho sobre la tierra donde vivís. Son idioteces. Este no es vuestro país. Pertenece a un montón de James Taylor´. No, yo no. El que crea que voy a hacer eso ya puede pensar en otra cosa.... Sé que estoy siendo irrespetuoso con esta honorable institución. Sé que un tipo como yo jamás se le debería permitir entrar aquí. Lo sé. Odio estar aquí poniendo a prueba su paciencia, pero o tengo toda la razón o es que estoy loco. Y me siento bien. (abre el libro de la Constitución). La constitución de los Estados Unidos (exclamaciones de los senadores). Página uno, párrafo primero. Nosotros el pueblo de los Estados Unidos...
(después de 23 horas)
No señor, no hay compromiso con la verdad. Eso es todo lo que tenía que decir aquí. Levantarnos del suelo es todo lo que pido. Subir hasta esa dama que está en lo alto del Capitolio y que representa la libertad. Para ver a este país a través de sus ojos, si es que quieren ver algo. Y no verán solo el paisaje, verán todo lo que el hombre ha conseguido con su esfuerzo tras siglos de lucha, peleando por algo mejor que una selva de leyes. Luchando así puede mantenerse sobre sus pies libre y decente, tal como fue creado, sin importar su raza, color o credo. Eso es lo que verán. Ahí fuera no hay lugar para el soborno, la codicia, las mentiras o el compromiso con las libertades. Y si es eso lo que los mayores le han hecho a este mundo, empecemos pronto esos campamentos juveniles y veamos qué es lo que los chicos pueden hacer. Aún no es tarde porque este país es más grande que los Taylor o que usted o yo o cualquier otra cosa. Los principios no desaparecen una vez que han salido a la luz. Están aquí, solo hay que verlos.
(El senador corrupto Taylor entra con cincuenta mil telegramas que piden que Smith abandone el senado. Smith lee con desesperación algunos de ellos antes de continuar hablando sin fuerzas).
Supongo que esta es una de esas causas perdidas. Ustedes no saben nada sobre causas perdidas. Pero el señor Taylor sí. Una vez dijo (frente al senador Taylor) que eran las únicas por las que valía la pena luchar, y luchó por ellas en una ocasión, por la única razón por la que todo hombre debe hacerlo. Y por una pura y sencilla norma: ama a tu prójimo. En este mundo lleno de odio, el que cumple ese precepto es digno de confianza. Usted conoce ese precepto. Yo le admiraba por eso, igual que mi padre. Usted sabe que ha luchado por las causas perdidas con más fuerza que por muchas otras. Incluso moriría por ellas, como lo hizo un hombre que ambos conocimos. Cree usted que estoy vencido, todos piensan que estoy vencido. Pues bien, no lo estoy. Y voy a quedarme aquí para seguir luchando por esa causa perdida, aunque en esta Cámara abunden las mentiras como esta y los Taylor y todos sus ejércitos entren en este lugar. Porque alguien me escuchará. Alguien.”

Smith se desmaya y el senador Taylor cede y (ese alguien antiguo amigo de Smith) acaba por reconocer que el joven idealista tiene razón sobre el soborno y la corrupción.

Vítores y gritos de alegría entre el público mientras los periodistas corren para telefonear la crónica a sus periódicos.