21.3.12

Arrebato: El gran dictador


Muchas son las obras del cine, el teatro y la literatura que sin tapujos ni enmascaramientos han denunciado pasajes de la historia y del pensamiento que han intentado someter a personas e ideas por el simple factor de contradecir lo establecido y pretender abrir la mente a un futuro mejor cuyo máximo exponente tiene en la libertad su valor más preciado.
En su narrativa han elaborado escenas en las que los dos mundos se enfrentan y el protagonista construirá un arrebato para argumentar con la fuerza de la razón los motivos que le llevan a defender una causa justa y libre. Es el mensaje que, aunque pueda parecer demasiado transparente y moralizador, nunca nos deja indiferentes, a pesar de las diferentes interpretaciones sometidas a la época de realización o bajo un punto de vista más moderno. En cualquier caso todo parece indicar con la perspectiva del tiempo que la experiencia ni se aprende ni se hereda y si algún valor prevalece es la integridad, aunque muy pocos entiendan lo que representa.



EL GRAN DICTADOR (The Great Dictator)
Dirigida por Charles Chaplin. EEUU. 1940. Con Charles Chaplin (Hynkel-Dictador de Tomania/ Barbero) y Paulette Goddard. Guión de Charles Chaplin.


El barbero judío de gran parecido con el dictador Hynkel es confundido por éste y deberá hablar a las masas en un discurso triunfal frente a un ejército y un pueblo sometido. Pero el barbero no puede traicionar sus ideas, aunque le puede costar la vida:

Barbero (como el dictador Hynkel): “Lo siento, pero yo no quiero ser emperador. Ese no es mi oficio, no quiero gobernar ni conquistar a nadie; sino ayudar a todos, si fuera posible: judíos y gentiles, blancos o negros. Tenemos que ayudarnos unos a otros. Los seres humanos somos así, queremos hacer felices a los demás, no hacerlos desgraciados, no queremos odiar ni despreciar a nadie. En este mundo hay sitio para todos. El camino de la vida puede ser libre y hermoso, pero lo hemos perdido. La codicia ha envenenado las almas, ha levantado barreras de odio, nos ha empujado hacia la miseria y las matanzas. Hemos progresado muy deprisa, pero nos hemos encarcelado nosotros, el maquinismo que crea abundancia nos deja en la necesidad. Nuestro conocimiento nos ha hecho cínicos; nuestra inteligencia duros y secos. Pensamos demasiado y sentimos muy poco. Más que máquinas, necesitamos humanidad; más que inteligencia, tener bondad y dulzura. Sin estas cualidades la vida será violenta. Se perderá todo. Los aviones y la radio nos hacen sentirnos más cercanos. La verdadera naturaleza de estos inventos exige bondad humana, exige una hermandad universal. Ahora mismo mi voz llega a millones de seres de todo el mundo, a millones de hombres desesperados, mujeres y niños; víctimas de un sistema que hace torturar a los hombres y encarcelar a gentes inocentes.  A los que puedan oírme les digo que no desesperen. Esta desdicha es pasajera. El odio de los hombres pasará y caerán los dictadores, y el poder que le quitaron al pueblo se le reintegrará al pueblo. Y así, mientras el hombre exista, la libertad no perecerá. Soldados, no os rindáis a esos hombres que en realidad os desprecian, os esclavizan, reglamentan vuestras vidas y os dicen lo que tenéis que hacer, que pensar y que sentir. Os barren el cerebro, os ceban, os tratan como a ganado y como carne de cañón. No os entreguéis a estos individuos inhumanos, hombres máquinas, con cerebros y corazones de máquinas. ¡Vosotros no sois máquinas! ¡No sois ganado!¡Sois hombres! Lleváis el amor de la humanidad en vuestros corazones, no el odio. Solo los que no aman, odian; los que no aman y los inhumanos. Soldados, no luchéis por la esclavitud, luchad por la libertad. En el capítulo 17 de San Lucas se lee: El Reino de Dios está dentro del hombre.  No de un hombre, ni de un grupo de hombres, sino de todos los hombres.  Vosotros, el pueblo, tenéis el poder; el poder de crear máquinas; el poder de crear felicidad. Vosotros el pueblo tenéis el poder de crear felicidad y hacer esta vida libre y hermosa, de convertirla en una maravillosa aventura. En nombre de la democracia, utilicemos ese poder actuando todos unidos. Luchemos por un mundo nuevo, digno y noble que garantice a los hombres trabajo y dé a la juventud un futuro y a la vejez seguridad. Con la promesa de esas cosas las fieras alcanzaron el poder, pero mintieron, no han cumplido sus promesas, ni lo harán. Los dictadores son libres solo ellos, pero esclavizan al pueblo. Luchemos ahora para hacer nosotros realidad lo prometido. Todos a luchar para liberar al mundo, para derribar barreras nacionales, para eliminar la ambición, el odio y la intolerancia. Luchemos por el  mundo de la razón. Un mundo donde la ciencia, donde el progreso nos conduzca a todos a la felicidad. Soldados, en nombre de la democracia, debemos unirnos todos.

(Vítores y gritos)

Producida al principio (1940)  de la Segunda Guerra Mundial (1939-1945).
En España no se estrenó hasta después de la muerte del dictador Franco (1975)